lunes, 19 de julio de 2010

Mas allá

No poder ver ya más la luna,

Ni las estrellas, ser parte de la noche,

Oscura eterna, sin ellas.

No poder ver más el sol,

Ni sentir la ventisca fresca,

No palpar más el dolor,

Ni sonreírle a su resplandor antes que amanezca.

Ser parte del filamento,

Miembro de alguna constelación,

Ser fulgor, ser el deseo, o el azahar,

De quien me viera.

Convertirme en rayo de luz,

Lleno de paz, un feliz diadema,

Un abrazo, un consejo, la contención,

Ser yo mismo en trascendencia.

Dos destinos que puedo surcar,

Cuando destino, selle mi existencia,

Dos destinos que habré de desandar,

Sin vuelta atrás, sin inútil resistencia

Breakdown

Hay ciertas mañanas en las que es mejor no mirar por la ventana, Juan lo sabía, por eso usaba gruesas cortinas, tal vez en un intento desesperado para que no se amalgamen

su gris interno con el plomizo exterior.

Hay ciertas mañanas, en que es mejor, no levantar demasiado la vista, sino clavarla al piso, y mantener el silencio, son esos momentos donde la quietud acalla la voz que

clama dentro, la inhibe, no la deja escapar, Juan también sabia eso, por lo cual no emitía palabra alguna, solo se limitaba a escribir, con los ojos fijos en algún blanco papel, con los dedos entumecidos y cansados por el movimientos, salpicados de lagrimas de tinta.

Juan no era muy alegre en sus adentros, era muy sombrío, un duque en pesimismo, el emperador de la noche.

Juan era un comediante en el exterior, regaba su paso con sonrisas y humor, "sos capaz de hacer sonreír a un muerto" solían decirle, el solo asentía con la cabeza, mientras por dentro todo era silencio, tristeza.

Hay ciertas mañanas en que es mejor no abrir los ojos, por que afuera todo luce tan nefasto como adentro, y duplica el agobio, Juan lo sabía, por eso permanecía con la cabeza bajo la almohada, repitiendo en escenas mentales algún ardid para poder escapar de ese día.

Esa mañana esperaba agazapado bajo las frazadas, algo que le permitiera escapar, con los dedos de sus pies entrecruzados nerviosamente, escuchando hasta el hastío un goteo incesante de una canilla en el baño, él sabia que no debía levantarse, mirar por la ventana, ni hablar con nadie, que tenia que tener sus ojos cerrados, para que nada interrumpiese su penumbra.

Pero la inercia lo empujaba, era el cuarto día que lo encontraba así, sin moverse, tenía que levantarse, hoy no lo salvaría ninguna estrategia evasiva, alguien podría preguntar por él y eso lo obligaría a una vuelta a la luz demasiado intempestiva y abrupta.

Juan sabía esto, y no quería resignarse al dolor de enfrentar una eterna derrota, no tenía fuerzas, no tenia motivos...

Hay ciertas mañanas en las que un buen viaje parece el golpe final a un intrincado karma del alma, Juan sin saberlo, caminó lento sin abrir sus ojos, tropezando con la osamenta de su ropa, tanteo el cajón de la vieja cómoda, sintió el metal frío en sus manos, lo acerco a su boca....

Juan nunca supo que un buen viaje parece el golpe final a un intrincado karma del alma, aunque lo había logrado...

domingo, 18 de julio de 2010

Agua

El quería ver el agua detrás de las olas, se consideraba experto en alta mar, podía ver claramente la proa y la popa, aun con los ojos cerrados, reconocía el olor a la tormenta aun en los días mas soleados, sabia cada treta de las mareas, había surcado corales, sobrevivido a encallamientos, soslayado naufragios y vencido a los piratas mas temibles de los mares.

El era una leyenda única, viviente, mística, pero no podía ver el agua tras las olas.

Solía apoyarse en la proa de su barco, y clavar su vista fijamente en la salada agua, rascando nerviosamente su maltratado pelo, susurrando secretos al mar.

Por el se volvían locas las temidas sirenas, a el le temían los monstruos submarinos mas fieros y salvajes, pero jamás había podido ver el agua detrás de las olas.

Ya había visto infinidad de veces a la esfera naranja, muy allá en el horizonte hundiéndose colosalmente, dando paso a la noche, y desentrañado millones de cuestiones con las estrellas de testigo.

Conocía el lenguaje de su contexto, casi tan bien como el de su género humano, era amo y señor todo cuanto lo rodeaba, nada podía sorprenderlo.

El quería ver el agua detrás de las olas, como un objetivo desenfrenado antes de pisar para siempre tierra firme, y esa mañana despertó agitado, se vistió apresurado, y corrió al mástil mas alto, la brisa marina hizo lagrimear sus ojos, sintió su sangre en torrentes de viva sensibilidad, ahí estaba, la gran ola, desafiante, fría, furiosa, cerró sus longevos ojos, y por fin pudo ver el agua por detrás de ella.

La maravillosa sensación fue efímera, pero el placer que le produjo se perpetuo en su alma, sintió que era el fin de su viaje.

Con la tranquilidad de un guerrero de mil batallas después de ganar la ultima, él bajo, tomo el timón y viro la nave hasta que estuvo en su curso correcto, era tiempo de volver a casa.