El quería ver el agua detrás de las olas, se consideraba experto en alta mar, podía ver claramente la proa y la popa, aun con los ojos cerrados, reconocía el olor a la tormenta aun en los días mas soleados, sabia cada treta de las mareas, había surcado corales, sobrevivido a encallamientos, soslayado naufragios y vencido a los piratas mas temibles de los mares.
El era una leyenda única, viviente, mística, pero no podía ver el agua tras las olas.
Solía apoyarse en la proa de su barco, y clavar su vista fijamente en la salada agua, rascando nerviosamente su maltratado pelo, susurrando secretos al mar.
Por el se volvían locas las temidas sirenas, a el le temían los monstruos submarinos mas fieros y salvajes, pero jamás había podido ver el agua detrás de las olas.
Ya había visto infinidad de veces a la esfera naranja, muy allá en el horizonte hundiéndose colosalmente, dando paso a la noche, y desentrañado millones de cuestiones con las estrellas de testigo.
Conocía el lenguaje de su contexto, casi tan bien como el de su género humano, era amo y señor todo cuanto lo rodeaba, nada podía sorprenderlo.
El quería ver el agua detrás de las olas, como un objetivo desenfrenado antes de pisar para siempre tierra firme, y esa mañana despertó agitado, se vistió apresurado, y corrió al mástil mas alto, la brisa marina hizo lagrimear sus ojos, sintió su sangre en torrentes de viva sensibilidad, ahí estaba, la gran ola, desafiante, fría, furiosa, cerró sus longevos ojos, y por fin pudo ver el agua por detrás de ella.
La maravillosa sensación fue efímera, pero el placer que le produjo se perpetuo en su alma, sintió que era el fin de su viaje.
Con la tranquilidad de un guerrero de mil batallas después de ganar la ultima, él bajo, tomo el timón y viro la nave hasta que estuvo en su curso correcto, era tiempo de volver a casa.
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