_¡¿Qué con que sueño?. Su semblante pareció cambiar por solo un instante, su sonrisa opaca asustó un tanto al joven doctor, que lejos de dominar la situación estaba a punto de echarse a temblar como un verdadero maricotas.
_Sueño con salir de esta cárcel de valiums y jeringas, ir hasta tu casa acostarme con tu mujer, provocarle su primer orgasmo desde que está casada contigo, después desollarla y hervirla durante quince minutos, beberme su sangre y cenar sus firmes senos.
El silencio se elevó por sobre el cuarto, eran cerca de las tres de la tarde y la sesión que había comenzado hacia algo más de dos horas y media, parecía conducirse inexorablemente a un tacho.
La pequeña habitación contaba solo con una mesa, dos sillas y un enorme reflector por encima de éstas, poseía además tres paredes y un enorme vidrio blindado a través del cual y desde una habitación contigua las autoridades del establecimiento y un juez observaban impacientes; una enorme puerta de acero con cierre electrónico a tarjeta la separaba del exterior.
El doctor (su nombre era Ernest Opserc), tomó un respiro y a sabiendas de que solo tranquilizándose podría dominar la situación, dejó súbitamente de temblar y retomando el dominio de si mismo respondió:
_¡Buena respuesta!, pero no creo que con tantos valiums tu cosa pueda pararse, además si tan solo dejarías de lado esos berrinches de adolescente sediento de sexo, yo podría conseguirte una linda chica, ya ves, todo depende de ti, ahora solo contéstame y tus beneficios vendrán solos.
_¿Con qué sueñas?.
_¿Tienes un cigarro?.
Ernest, sacó un paquete de Gold Lef de su bolsillo y le extendió uno hasta su boca (estaba atado), después se lo encendió con un elegante encendedor de oro que tenía grabadas sus iniciales.
_¿Quién te regaló eso?.
_La mujer que espera ansiosa para que le des su primer orgasmo, aunque Bill, para hacer honor a la verdad no creo que le interese en lo más mínimo ser tu cena.
Bill Satlink sonrió, era su primer sonrisa vacía de ironías en mucho tiempo, y fijando sus ojos en el muchacho contestó:
_Está bien eres un muchacho divertido y por lo que veo tu esfuerzo por no salir corriendo ha dado un buen resultado.
Bill Satlink tenía cuarenta y tres años, era de origen inglés aunque sus toscos modales no lo denotaran, había estado preso durante cinco años por violar a una monja en el Estado de Illinois, cuando apenas tenía dieciocho, pero lejos de recomponerse después de salir, se convirtió en el asesino serial más buscado del país, y luego de matar a cuarenta y cinco mujeres de entre quince y setenta años (a las que también violó sin excepción alguna), fue detenido mientras intentaba violar a una agente federal que encubierta le había tendido un trampa.
Intempestivamente rompió el silencio;
_Sueño con que no soy quien soy, que soy el que sueño ser, que vivo en una pequeña cabaña en una desierta montaña, y paso mi tiempo esquilando ovejas, ordeñando vacas y cultivando una pequeña plantación de Marihuana, que por las noches leo Hammlet, y ni siquiera toco mi pene cuando orino.
_¿Sabes cuantas veces por día me masturbo Ernest?,sin esperar respuesta alguna prosiguió; _ siete, siete jodidas veces sacudo mi penacho hasta vaciar mis testículos, ahora respóndeme tú; _¿Con qué demonios crees que se puede soñar estando en este maldito lugar? Pues yo voy a responderte, se sueña con ser libre, con caminar por la calle sin que nadie te señale por como hueles o estás vestido, con comer un maldito trozo de carne caliente con papas y no esa agua de radiador con fideos que te sirven aquí, con tomar un buen vino, y fumar un habano gigante después de haberle hecho el amor a una joven de diecinueve años rubia y bonita.
El doctor esperó unos segundos en los cuales el silencio volvió a adueñarse del sitio y luego retomó el diálogo:
_Yo suelo masturbarme mientras me ducho luego de hacer el amor, creo que es una buena forma de limpiar las cañerías ( su tono cargado con una pizca de complicidad, provocó una carcajada en Bill).
_¡Si que eres bueno muchacho!, visto desde ese punto de vista me dejas como el hombre más higiénico del planeta.
_¿Sabes algo? De pequeño antes de pervertirme, soñaba con ser sacerdote, (la risa ahora había cambiado de dueño), no, en serio, no te rías, yo veía al Padre Francis en la parroquia de mi pueblo, siempre bien vestido, bien comido, perfumado, manejando un viejo pero lujoso Chevrolet, y me decía:
_ Bill tienes que aprovechar el amor de Dios y entregarte a sus cómodas exigencias, ¡si hasta puedes hacer como el bueno de Francis y tener sexo con la viuda más rica y hermosa del pueblo!.
_Pero aquí me tienes, creo que debería haberle hecho más caso a mi Bill sensato y no entregarme tan fácilmente a las garras de mi yo animal.
Ernest comenzaba a animarse, su táctica estaba dando resultado, había logrado lo que otros treinta antes que él no habían podido;
_Dime Bill ¿Qué piensas de la vida?.
Satlink, que había descubierto en los ojos del muchacho, su seguridad creciente, puso su rostro lo más tosco posible y cambió nuevamente su tono de vos;
_No tan rápido muchacho, no subestimes a esta osamenta humana, que hayas logrado de mí una sonrisa no te da todavía una victoria.
_No te subestimo, ¡vamos!, crees que gano algo con subestimarte, sé que si lo hago pierdo mi única posibilidad de hablar contigo.
Iba a proseguir pero Bill lo interrumpió;
_¿Por qué?, ¿Qué buscan?, lo importante ya lo saben, soy un maldito pervertido que gozaba fornicando con mujeres a las que acababa de violar y matar, eso es todo, no hay más no hay nada más que eso, estoy loco, eso dijeron en la corte, y por eso me trajeron aquí, aunque no estoy lo suficientemente desequilibrado pues sino no comprendo porque van a freírme el martes.
Se produjo un corto silencio, Opserc, viéndose nuevamente en aprietos recurrió a todo su esfuerzo, y intentando reencarrilar la conversación se dijo en voz alta;
_¡Estúpido Ernest, siempre malogras los frutos de tu propio esfuerzo!.
Un signo de interrogación se abrió en la cara de Bill, pero el doctor haciendo caso omiso a la atención de éste, prosiguió;
_Mi madre solía decirme, que era de todas las personas que conocía la más apta para arruinar algo después de haberlo logrado con mucho esfuerzo, que cada vez que me entregaba con esmero a algo, cuanto más fuese este más rápido arruinaba el logro.
_ Bill realmente lo siento, no se como excusarme, es que estoy realmente interesado en comprender tus porques, y creo que solo de esta manera podré lograrlo, y en cuanto a tu pregunta de para qué me serviría a mi o a esas personas que están detrás del vidrio (lo dijo señalando con desgano al mismo), conocer tus móviles, la respuesta es sencilla, y presta atención por que voy a hacer gala de mi mayor sinceridad, lo que hacemos es estudiar mentes conflictivas como la tuya con la esperanza de lograr herramientas que nos permitan elaborar tratamientos acordes para aquellos que se encuentren en situaciones similares a la que a ti te atañe, y siendo aun más ambiciosos nuestro fin último es detectar individuos con tu problemática y prevenir cualquier acto delictivo que puedan cometer.
La sensación de Ernest Opserc, al terminar de hablar era que acababa de cavarse su propia fosa, cerró sus ojos y esperó que su exceso de sinceridad terminara en un sonora carcajada del hasta ese momento estupefacto psicópata; sin embargo nada de eso ocurrió, y por el contrario el respetuoso silencio de quien lo escuchaba solo se vio interrumpido por un ataque de tos producido al tragar el humo del filtro del Gold Leaf que acababa de consumirse en su boca.
_ Podrías alcanzarme un vaso de agua, creo que mis pulmones están hartos de mi desobediencia y quieren abandonar el cuerpo antes de tiempo.
Ernest le alcanzó el vaso lo mas prestamente posible, y esperó tranquilamente al borde de la mesa.
_ Pues bien muchacho, te diré lo que tú y tus amigos de allí afuera quieren escuchar. Yo no sé cómo empezó, pero de un día a otro, sentí una necesidad imperiosa de venganza, estaba harto de que cada mujer que cruzaba en la calle me mirara con repugnancia, o con temor, de que cada vez que yo me acercaba a alguna para pedir cosas tan simples como un dólar o la hora, huyeran despavoridas. Entonces supe con certeza de que poco a poco había comenzado a odiar al cualquier especie del género femenino, y que solo haciéndoles daño podía mitigar esta terrible sensación de marginación que se había apoderado de mi corazón, fue así como una noche después de interminables debates internos con mi Yo sensato, ataque a mi primer víctima en un callejón, olvida a la monja por que eso fue por odio a Dios con la monja en si no tenía nada, lo que pasa es que un camión acababa de atropellar y matar a Joseph (el era mi hermano menor Ernest y ¡te juro que escapaba a toda la mierda que nos rodeaba, el si hubiese escapado de todo esto, tenía talento, tenía un gran corazón!), fue tal mi impotencia que no encontré mejor forma de vengarme de Dios.
Esta chica era una rubia muy bonita que trabajaba como camarera, en un bar del cual solían echarme cada vez que osaba arrimar mi osamenta a sus vidrieras.
Esa noche hacía un calor insoportable y cerca de la medianoche la vi salir de su turno, recuerdo que llevaba una minifalda rosada, y una pequeña musculosa blanca que hacía que sus enormes senos se bambolearan como invitándome a comer. ¿Me das otro cigarro Ernest? .
Después de aspirar la primera bocanada y tomarse el pecho casi instintivamente, prosiguió;
_ Como te decía, hacía mucho calor y yo sentía una excitación tan grande como creo que nunca más habré de sentir, ni aun si logro provocarle un orgasmo a tu mujer (dijo esto último en un tono tan peculiar que Opserc tuvo que inevitablemente ceder a una pequeña sonrisa), no en serio tenía una erección que casi penetraba mi pantalón, y hasta me hacía dificultoso el caminar, los latidos de mi corazón parecían el redoble del tambor que despierta cada mañana a nuestros "amados marines", (¿te has puesto a pensar que esos imbéciles asesinos escudan tras sus "honrosos" uniformes una perversión criminal inigualable?), bueno, no importa eso ahora, guarda tu respuesta para otro momento. Ya te dije que hacía mucho calor y que transpiraba como un cerdo, pero no que la jovencita de pechos prominentes estaba borracha como una cuba, y que si yo hallaba dificultoso marchar, ella no me iba muy en zaga. Creo que la seguí dos o tres cuadras, y casi llegando la avenida principal la aborde por la espalda, y la arrastre hasta el callejón, no voy a contarte lo que le hice, pues está en mi expediente y por ende ya lo sabes, lo único que allí no figura es su estado de ebriedad (algo que no entendí es porque su graduación alcohólica no fue develada en la autopsia, tal vez ocultar este detalle volvía aun más brutal mi proceder y no es que me esté justificando puedo asegurarte que sabía muy bien lo que hacía, pero mi yo sensato estaba demasiado asfixiado bajo mi odio como para poder salvarme), y déjame decirte algo más, por como estaba yo esa noche, si la chica hubiese estado sobria jamás la habría alcanzado y quien sabe, tal vez ni siquiera estaríamos aquí en este momento.
Su voz se diluyo lentamente, y mientras sorbió ávidamente del vaso que reposaba sobre la mesa.
_¿Qué sentiste luego?.
_ ¡Oh Ernest!, ¿me creerías si te dijese que fui el hombre más feliz del mundo?, mi apetito sexual estaba saciado, mi sed de venganza mitigada, y mis cinco sentidos totalmente destapados.
_¿Por qué la mataste?, ¿Acaso te reconoció?.
_ Fue simplemente odio y por odio volví a hacérselo después de muerta, y por ese mismo motivo destaparía su cajón en este momento y volvería a hacérselo, ¡y créeme que lo disfrutaría tanto como aquella vez!.
_¿Te sorprendes Ernest?, ¿acaso no has sentido odio alguna vez?, Bill había comenzado a levantar el tono de su voz, _ ¿eres demasiado buen muchacho para odiar, no?, ¿Te crees mejor que el resto?, Déjame decirte algo, eres igual a ellos (señalalando enfurecido el vidrio) solo piensas en terminar con esto y ya, tomar tu lujoso Ford y marcharte a tu bonita casa en un barrio residencial.
_Pues sabes una cosa eres un estúpido, no sabes nada, idiota, crees tener mundo por los mugrosos libros que tragaste en tu Universidad, pero solo la vida enseña el resto es basura, tan basura como esta patética charla que hemos mantenido hasta ahora.
Bill se silenció, una densa atmósfera cubrió la habitación, pero Ernest no se intimidó.
_Bill, siento haberte importunado con mi pregunta, y será mejor que nos tranquilicemos; mira, en tres días irás a la silla eléctrica, y todo lo que aquí hablamos puede o no ayudarme, sé que no te interesa en lo más mínimo mi trabajo, pero debo decirte que el hablar contigo me ha servido muchísimo para mi carrera, entenderé si prefieres retirarte a descansar o a lo que sea, pero ten en cuenta que en este momento voy a pedirte encarecidamente que me contestes una última pregunta, solo está en ti aceptar o no responderla.
_¿Crees en Dios?.
La sonora carcajada que había esperado Ernest otrora, se produjo, y fue tan larga como puede serlo, y tan sarcástica como también puede serlo.
_ ¡Ay, muchacho, no podías mostrarte más ingenuo, acabas de decepcionarme!, Dios no existe del lado del mundo donde nací, y crecí, tampoco el diablo, solo el hombre, y su odio, su marginación, su pobreza, su violencia, su desamparo y su desesperanza, de donde vengo no hay lugar para mitologías, todo es realidad, y de la más cruel que se te ocurra.
Ernest lo interrumpió: _ Pero nombraste al Padre Francis.
_ El padre Francis era un verdadero hijo de puta, que no tenía la más mínima intención de mostrarnos a "su" Señor, estaba demasiado ocupado contando el dinero del diezmo como para ayudar a alguien, y el resto del tiempo dormía, sino en su cama, con alguna viuda rica, en el confesionario escuchando a estúpidos que como tú creen en un ser superior.
_Dame otro cigarrillo muchacho, este pedazo de osamenta a punto de ser electrificado, no puede con su maldito vicio.
_¡Es buen tabaco chico!, ¿podrías conseguirme un par de paquetes?. Ernest asintió con una sonrisa.
_ Dios no es más que una ilusión, que algún adepto al opio de la antigüedad tuvo. No existe tal cosa, no hay nada ni nadie perfecto en el Universo, estamos solos suspendidos sobre un trozo de tierra por encima de un vacío infinito, ¿sabes?, existe un tremendo paralelismo entre el mundo y el ser humano, nuestro cuerpo es como el planeta, y nuestra esencia interna es el universo, vivimos pendidos de un hilo para no caer, y cuando caes te ocurre lo que me ocurrió a mi, te depravas o simplemente te suicidas, que no son más que dos meras formas de llegar a un mismo final.
_¡Es un muy buen paralelismo Bill!, pero creo que todo hombre debe creer en algo, no concibo la vida sin fe, en lo que sea, es como una forma de catarsis, cuando las cosas marchan mal, siempre es bueno tener a alguien para echarle la culpa..
_Mira Ernest, ya te lo he dicho, de donde vengo, solo puedes creer en ti mismo, y ten por seguro que si algo sale mal, el culpable no será otro que tu mismo.
Se tomo un pequeño respiro y continuó;
_ En todo lo que ha pasado, en cada mujer que maté, es muy fácil encontrar el culpable, pero nadie repara en la verdadera víctima, dicen que estoy enfermo, pero soy lo suficientemente cuerdo como para freírme en una silla, ahora dime ¿quién reparó en mi tortura interna?, ¿quién fue testigo de mi dolor?, ¿quién puede afirmar que no luché hasta caer rendido con mi Yo sensato echo trizas?, Si alguien reparó en todo eso, y aún así no puede ver en mi a la víctima que veo yo, entonces te diré que estoy en lo cierto, que no existe a quien echarle la culpa, que estamos, estaremos y nos moriremos solos.
Ernest suspiró, _ Bill creo que hemos terminado, mañana veré que te envíen los cigarrillos, espero que en este tiempo que te queda puedas encontrar la paz, y solo voy a decirte algo, si en el fondo de tu corazón puedes llegar a arrepentirte, ten por seguro que ese Dios al que niegas te dará otra oportunidad.
Ernest salió del cuarto pensando en cada una de las palabras de la charla, y al llegar al patio del neurosiquíatrico, supo que este momento le sería difícil de olvidar.
En la carretera de retorno a casa, la música de su estéreo lo fu alejando lentamente de lo que acababa de vivir, y lo depositó paulatinamente en recuerdos de su juventud. Cuando llegó a casa, se duchó y se recostó en su cama, al cabo de unos minutos dormía pensando quien era el victimario de su vida.
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