sábado, 28 de febrero de 2009

Coma.

Sujeto en manos amargas, paredes tan blancas, veo el sol a través de una sucia ventana.
Sogas que crueles retienen mi cuerpo, la droga que me seda, que me deja absorto en un mundo irreal.
Todo es silencio, las palabras sobran. Los sonidos se vuelven inútiles a mis oídos gastados.
La rutina siempre es la misma, otra vez ese enfermero golpeándome el rostro en busca de una reacción.
Lo único que se mantiene intacto es ese olor a flores, que quema mi espíritu, todo se parece a un maldito cementerio y mi voz seca, sin fuerzas, que se niega a salir.
De tanto en tanto oigo un llanto lejano que sacude mi mente. ¿Y Dios?
Las noches se mezclan con los días. Y solo el tenue calor de los rayos de sol, cuando es muy fuerte, me permiten distinguir en qué parte del día estoy.
Navego en sueños, sórdidos, amargos, duros, dulces, suaves y después otra vez el vacío, mi mente supura miedos, dolor, desesperación, tranquilidad, y deseos profundos de morir.
Mi cuerpo tiembla, otra vez la fiebre ¿Cómo llegué aquí? Mi sangre helada no me da respuestas. Quiero despertar, pero mi respiración se vuelve tortuosa. El resquemor de la muerte suspirándome en la nuca. Unas suaves manos que me sujetan con fuerza al infinito abismo de la eternidad oscura a la que me siento condenado. Pero quiero caer, no me interesa este maldito espacio lleno de miedos. Por momentos me desprendo de mi pesado cuerpo, y levito hacia lo tenebroso, lleno de paz.
Golpes eléctricos en mi pecho, siento que algo me quema, como una corriente de fuego que me invade en cada rincón del organismo. ¿Y Dios?
Vuelvo a alejarme del abismo. Empiezo a elevarme. Retornan los dolores, pinchazos, y un ardor de estómago insoportable. Quiero escupir, pero el tubo del respirador me lo hace imposible. Me ahogo con mi propia saliva, y la sensación es espantosa. De pronto un terrible dolor en mi garganta. El aire que entra a bocanadas. Hasta hace un momento creía que la sensación de ahogo era imposible de ser superada en cuanto al dolor, pero era evidente que me había equivocado.
Salto, giro, lleno de temor, quiero escapar, busco otra vez el pasadizo oscuro, casi logro aferrarme a él. Pero otra vez los golpes de electricidad arrastrándome hacia el dolor. Me obstino, aferrándome como un pequeño al regazo de su madre. ¿Dios, Dios, dónde demonios estás?
Un sueño profundo me invade, es extraño, pero es la primera vez en mucho tiempo que mi cerebro parece querer descansar. Como que ha estado gastando hasta su última cuota de energía para torturarme. Pero ya se agotó, y está dispuesto a dejarme ganar. Creo que hay un poco más de electricidad allá afuera, pero no importa. Voy en caída libre hacia la paz. Me duermo. Caigo y me duermo.
Se siente realmente muy bien, ademas creo que acabo de ver a Dios detrás de una fuente brillante.


De La voz del Interior 22/2/2004.
"Muere en Hospital Cavalén el joven que había intentado suicidarse el pasado 31 de Enero".
"El joven Ricardo De La Fuente falleció ayer luego de haber permanecido en estado de coma por más de veinte días a causa de los daños que le produjo la bala de calibre 22 que el mismo se había disparado el pasado 31 de Enero. Las autoridades del Sanatorio declararon que...."

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